Foto de J. W. Vein, Pixabay.
Durante el embarazo y la infancia, los contaminantes químicos ambientales tienen una influencia más fuerte en el cuerpo humano que en cualquier otro momento. ¿Qué significa esto para el desarrollo del cerebro? ¿Cuál es el vínculo con la desigualdad social, económica y ambiental?
Por Kam Sripada
Traducido por Violeta L. Botellero
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La contaminación ambiental es un tema que ha preocupado al público europeo desde hace décadas. Ejemplo de ello, entre otros, son Chernobyl, la eliminación del asbesto, e incluso, la contaminación asociada a la revolución industrial. Los libros de texto de biología aún usan el ejemplo de la polilla moteada, que cambió de color de claro a oscuro en Inglaterra durante el siglo XIX debido a que la contaminación por la quema de carbón en las ciudades contaminó y cambió de color su entorno.
La ciencia ha demostrado vínculos sustanciales entre nuestra salud y a lo que estamos expuestos en nuestros entornos. La contaminación del aire, la exposición a metales pesados, pesticidas y desechos peligrosos, son, entre otros, contaminantes químicos ambientales que pueden afectar gravemente nuestra salud. Un factor crítico es a qué edad tiene lugar la exposición. Los periodos más vulnerables a la exposición de productos químicos tóxicos son durante el embarazo y los primeros años de vida.
¿Cómo afecta la contaminación ambiental al desarrollo durante el embarazo y la infancia?
Durante el embarazo y la infancia, el cuerpo humano se desarrolla más rápidamente que en cualquier otra epata de la vida. Además, durante la infancia, el ser humano come, bebe y respira mucho más que en su fase adulta en relación con su peso corporal, incrementado así su ratio de exposición a posibles sustancias tóxicas. Sin embargo, las defensas naturales del cuerpo humano durante la infancia están menos desarrolladas y no son tan eficaces. Esto hace que químicos tóxicos presentes en alimentos, aire y agua puedan filtrarse en el cuerpo infantil más fácilmente. Actividades tan naturales como gatear y llevarse objetos a la boca hacen que las criaturas estén más expuestas a sustancias tóxicas. Además, los químicos ya presentes en la madre pueden pasar al bebe a través de la lactancia. El mismo nivel de exposición a sustancias tóxicas durante la infancia y la adultez tiene efectos radicalmente diferentes. El cuerpo adulto es capaz de tolerar niveles moderados de exposición, mientras que, en la infancia, ese mismo nivel de exposición puede tener efectos devastadores para la salud (Grandjean 2013).
La fase más vulnerable a sustancias químicas es durante el desarrollo temprano del cerebro (Lanphear 2015). Exposiciones durante la gestación a metales pesados tóxicos, como el plomo o el mercurio, han sido vinculadas con inteligencia reducida, problemas de aprendizaje, problemas de atención, hiperactividad y problemas auditivos, algunos de los cuales pueden ser permanentes.
La contaminación ambiental derivada de la industria, vehículos y de la producción de alimentos y energía, constituye una amenaza para la salud de los niños y niñas en Europa. Tomando como ejemplo la contaminación del aire, investigadores en Barcelona han encontrado que la exposición al dióxido de nitrógeno (NO2), un contaminante del aire, durante el embarazo y, en menor medida, durante la lactancia, está relacionada con problemas de atención en infantes de 4 y 5 años (Sentís et al., 2017). La Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA) evalúa anualmente las fuentes de contaminación en Europa y ha publicado las 30 instalaciones industriales más contaminantes en Europa. Aunque ha habido éxitos en la reducción de la contaminación, la evaluación de la AEMA indica que en toda Europa “la calidad del aire aún necesita mejorar para reducir el daño a la salud humana y al medio ambiente”.
Desigualdad en salud ambiental
Las consecuencias negativas para la salud de las sustancias tóxicas ambientales recaen desproporcionadamente en los grupos más desfavorecidos. Esto significa que algunas poblaciones infantiles están más expuestas que otras. Un claro ejemplo de esta desigualdad ambiental es la proximidad de los hogares con bajo poder adquisitivo a incineradores de residuos y vertederos, tanto legales como ilegales. Las personas con recursos limitados, con menor nivel educativo y las minorías étnicas tienden a vivir más cerca de instalaciones de tratamiento de residuos, lo que tiene un potencial efecto negativo en su salud. Este problema se ve acrecentado por el hecho de que la pobreza y la desventaja social influyen negativamente tanto en el desarrollo y cura de la enfermedad como en los efectos perjudiciales causados por tóxicos ambientales (Martuzzi et al., 2010). Más ejemplos como éste, de cómo los determinantes sociales interactúan con la salud ambiental, podemos encontrarlos en el informe “Desigualdades en salud ambiental en Europa” publicado recientemente por La Organización Mundial de la Salud.
El papel de los consumidores y de las políticas europeas también juega un papel en la contaminación en otros lugares del mundo. Europa exporta materiales tóxicos, inflamables, explosivos y corrosivos etiquetados como productos dañados, de reciclaje o desechos a países de bajos y medianos ingresos. El procesamiento de deshechos en estos países suele ser menos costoso, pero la mayoría de estos lugares carecen de las instalaciones y la supervisión necesarias para la eliminación adecuada de productos químicos tóxicos. Dos ejemplos recientes de transferencia transnacional de contaminantes son el vertido de 500 toneladas de desechos tóxicos en Abidjan, Costa de Marfil, por el barco Probo Koala en 2006, y la quema de desechos electrónicos europeos en Agbogbloshie, Ghana, (Landrigan et al., 2019).
Los vertederos tóxicos a menudo se encuentran cerca de áreas residenciales donde niños y niñas, van a la escuela y juegan. La Comisión Lancet sobre Contaminación y Salud ha publicado recientemente que contaminantes presentes en el aire, agua y medio ambiente en general fueron los responsables de 940,000 muertes infantiles en 2016, de las cuales el 92% fue en países pobres y en vías de desarrollo (Landrigan et al., 2017, 2019).
Pasos para proteger la salud ambiental infantil
Nuestro entorno ha cambiado dramáticamente desde la revolución industrial y los días en que la polilla moteada cambió de color en Inglaterra.
Desde entonces, se han aprobado nuevas regulaciones para reducir tanto la cantidad de productos químicos peligrosos que afectan a nuestro medio ambiente cada año como para limpiar productos químicos que llevan ya presentes años y décadas. El Reglamento de registro, evaluación, autorización y restricción de sustancias químicas (REACH) en la UE, junto con el Convenio de Estocolmo sobre contaminantes orgánicos persistentes (COP) y el Convenio de Minamata sobre el mercurio marcan un hito en la colaboración para mejorar la salud mundial.
Desgraciadamente, cada año se producen nuevas cantidades de sustancias químicas contaminantes que afectan al aire, agua y productos de consumo, y que pueden ser transportadas largas distancias, mezclándose con otros productos tóxicos antiguos. Lo que no ha cambiado es ni la alta vulnerabilidad de los niños y niñas a sustancias tóxicas presentes en su entorno, ni la necesidad de priorizar su salud en nuevas leyes y medidas creadas conjuntamente por el gobierno, departamentos de investigación, ciencia y desarrollo y la industria contaminante.
Kam Sripada es doctora en neurociencia e investigadora en CHAIN – Centro de Investigación de Desigualdades en Salud Global (Centre for Global Health Inequalities Research). Su investigación se centra en salud medioambiental, desarrollo cerebral, y los efectos a largo plazo de las experiencias vividas durante la infancia.
Kam Sripada
Kam Sripada PhD is a researcher based at CHAIN - Centre for Global Health Inequalities Research. She studies brain development, environmental health, and the long-term impact of early experiences.